
La zona arqueológica de Dzibilnocac, ubicada en Campeche, resurge como uno de los sitios mayas más imponentes y menos explorados, destacando por su riqueza cultural y detalles escultóricos únicos.
En pleno corazón de la región de los Chenes, Dzibilnocac se alza como uno de los tesoros menos conocidos pero más fascinantes de la civilización maya. Su nombre, que se traduce como “Bóveda pintada” o “Gran Tortuga Pintada”, refleja la profunda cosmovisión de este antiguo pueblo que dejó su huella en piedra y simbolismo.
Entre sus estructuras más imponentes destaca el Templo-Palacio, un ejemplo sobresaliente de la arquitectura del estilo Río Bec. En su fachada se aprecian falsas entradas ceremoniales flanqueadas por enormes mascarones del Monstruo de la Tierra, figura mitológica que representa el umbral hacia el inframundo en la cosmogonía maya.
Además, en sus esquinas ornamentadas se observan cascadas de mascarones de Chaac, el dios de la lluvia, tallados en perfil con gran detalle.

Estas figuras no solo cumplían una función estética, sino también espiritual, ya que invocaban la fertilidad y el equilibrio climático, fundamentales para la vida agrícola maya.
Aunque no recibe la afluencia masiva de otros sitios como Uxmal o Chichén Itzá, Dzibilnocac representa una oportunidad para descubrir el legado maya en un entorno más íntimo y auténtico.
Su preservación y difusión son clave para entender la diversidad de estilos y simbolismos que florecieron en el sur de Campeche.
Actualmente, se encuentra abierto al público y forma parte del circuito cultural que busca impulsar el turismo arqueológico y sustentable en la región de los Chenes.











