Queimada Grande, la isla más peligrosa del mundo

Una isla a menos de cien kilómetros de las playas de San Pablo, Brasil, tiene más de una serpiente por cada metro cuadrado. Su veneno es letal en el 93% de los casos y puede acabar con la vida de la víctima en menos de una hora, incluso habiendo recibido el tratamiento específico adecuado. Ni se le ocurra conocer. 

La mala de la película es la víbora de lanza dorada (Bothrops insularis), que es endémica de la isla de Queimada Grande, también conocida como Isla de las Cobras, una porción de tierra de 430.000 metros cuadrados que se desprendió del continente hace ya once mil años. 

Desde entonces las serpientes han reinado en el enclave, donde se calcula que hay entre 2.000 y 4.000 ejemplares. La falta de mamíferos en la isla obligó a estos reptiles a aprender a trepar por los árboles para alcanzar las aves migratorias que buscan reposo. Pero lo más probable es que, si no escapan, encuentren la muerte segura. 

Inicialmente las aves escapaban de las serpientes que las mordían, pero estas fueron desarrollando un veneno cada vez más letal a fin de hacerse más fácilmente con sus presas. De hecho, el veneno actual es cinco veces más fuerte que el de otros vipéridos, una de las familias de serpientes más venenosas. 

La sustancia que secreta esta especie es capaz de derretir la carne humana casi al instante, provoca la necrosis de los tejidos afectados, insuficiencia renal y hemorragias cerebrales e intestinales. Las proteínas que lo integran se usan para fabricar medicamentos para la hipertensión, algunas enfermedades coronarias y coágulos de sangre, lo que denota su especial potencial. 

Viajar a este paraíso de clima y paisajes puede convertirse en una pesadilla plagada de estas víboras, cuya familia es la causante del 90% de las muertes por picadura de serpiente en Brasil. 

Además, pese a que estas víboras no consiguen ver del todo bien, poseen la ‘foseta loreal’, un orificio a cada lado de la cabeza entre el ojo y el orificio nasal, muy sensible a las variaciones de temperatura, que les sirve para detectar las presas de sangre caliente que hay a su alrededor. 

Tal es el peligro de acercarse a este paraje que hacerlo está completamente prohibido. En el enclave, en el que de 1909 hasta 1920 habitaron un grupo de operarios para construir el faro de la isla, hoy no vive nadie. 

Cuenta la leyenda que sus últimos supervivientes, una familia que se encargaba del funcionamiento del faro, murió atacada por estas víboras. Una historia a la que le siguen otras relatadas como la presencia allí de alienígenas o tesoros incas perdidos. 

Lo cierto es que actualmente sólo acceden a la isla equipos de científicos que estudian las serpientes y la marina brasileña, que hace una parada anual para controlar el estado del faro. 

Además, lamentablemente acuden a este mortífero destino cazadores ilegales de estas víboras, a quienes capturan para luego venderlas. Una práctica que de continuar podría poner en peligro el devenir de estas serpientes, que están listadas como una especie en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, en sus siglas en inglés).