¡Adiós a un rey! La historia del refresco oaxaqueño que conquistó y venció PepsiCo

En las décadas de 1970 y 1980, cuando la variedad de productos en las comunidades de Oaxaca y Chiapas era limitada, Rey era el rey indiscutible de las tiendas locales. Sus sabores únicos, como tamarindo, grosella, mandarina y piña, se convirtieron en un emblema de la región, amenazando incluso el dominio de las grandes empresas.

La batalla por el mercado:

Sin embargo, las empresas extranjeras no se quedaron de brazos cruzados. Poco a poco, fueron acaparando el mercado y ganando terreno a la marca local. En 1998, la familia Gutiérrez, propietaria de Rey, sucumbió a la presión y vendió la empresa a PepsiCo.

La estrategia de la multinacional era clara: desmantelar a Rey paulatinamente. Primero, redujeron la producción y distribución, eliminando gradualmente los sabores menos populares. Finalmente, en septiembre de 2006, se preparó la última tanda de este legendario refresco, dejando un vacío irremplazable en el corazón de los oaxaqueños.

Más que un refresco, un símbolo:

Para muchos, Rey era más que un simple refresco. Era un símbolo de identidad cultural, un sabor que evocaba recuerdos de la infancia y un pedacito de la historia de Oaxaca. Su desaparición dejó un sabor amargo en la boca de muchos, quienes aún lo recuerdan con nostalgia.

Un legado que pervive:

A pesar de su prematuro final, el legado de Rey sigue vivo en la memoria colectiva. En las redes sociales, grupos de entusiastas comparten sus recuerdos y fotos de este refresco emblemático. Incluso, algunos emprendedores han creado nuevos productos inspirados en sus sabores, buscando mantener viva la llama de esta bebida legendaria.

La historia de Refresco Rey es un ejemplo de la lucha entre lo local y lo global, entre la tradición y la modernidad. Su desaparición deja un vacío en la cultura oaxaqueña, pero también un legado que vale la pena recordar.