
El misterioso cometa 3I/ATLAS vuelve a captar la atención mundial tras una transformación sin precedentes: su cola, que originalmente apuntaba hacia el Sol, cambió de dirección, generando desconcierto entre astrónomos y aficionados. Este fenómeno detectado por telescopios en todo el planeta, desafía las leyes físicas conocidas y abre nuevas incógnitas sobre la composición de los cuerpos interestelares.
Descubierto el 1 de julio de 2025 por el Sistema de Alerta de Impactos Terrestres de Asteroides (ATLAS), el 3I/ATLAS es apenas el tercer visitante interestelar registrado en nuestro sistema solar, después de ‘Oumuamua y 2I/Borisov. Con un tamaño estimado entre 5 y 11 kilómetros, es además el más grande de los tres.
La comunidad científica sigue de cerca cada movimiento de este cometa, que se aproxima a su perihelio el punto más cercano al Sol el próximo 29 de octubre. Durante los últimos meses, su brillo y su peculiar comportamiento han ofrecido un espectáculo inusual, acompañado de una enorme pérdida de masa estimada en dos millones de toneladas.
Uno de los misterios más debatidos es su “anticola”, una formación luminosa que parece extenderse hacia el Sol, algo completamente opuesto a lo que dicta la física cometaria. Normalmente, la cola de un cometa apunta en sentido contrario a la estrella, impulsada por el viento solar sin embargo, el 3I/ATLAS desafía esa norma.
Avi Loeb y Eric Keto, destacados astrofísicos de Harvard, explican que esta orientación podría no ser una ilusión óptica, una auténtica “anticola verdadera”. Su existencia sugiere una interacción más compleja entre el polvo, el gas y la radiación solar de lo que se pensaba.
No obstante otros expertos como Jason Wright, de IFL Science, recuerdan que fenómenos similares ya se han observado desde la década de 1970, como en el caso del cometa Kohoutek. La diferencia está en la magnitud y velocidad con la que 3I/ATLAS ha cambiado su orientación.
El telescopio Hubble y el James Webb han captado imágenes asombrosas del cometa, mostrándolo como un brillante capullo azulado de polvo. Según datos preliminares, el dióxido de carbono sería el principal motor de su actividad, generando chorros de gas y polvo que dan forma a su cambiante silueta.
Mientras algunos científicos sugieren teorías naturales, otros se permiten especular. Loeb incluso plantea la posibilidad de una tecnosignatura, es decir una evidencia de control artificial, lo que implicaría que no estamos ante un cometa, ante un objeto de origen desconocido.
A medida que se acerque a la Tierra en diciembre, los telescopios volverán a enfocarse en este viajero interestelar. Los astrónomos esperan que las nuevas observaciones aclaren si su enigmático comportamiento es una rareza cósmica o un mensaje desde las profundidades del espacio.
Sin duda, el 3I/ATLAS se ha ganado un lugar entre los fenómenos astronómicos más intrigantes del siglo XXI, recordándonos que el universo aún guarda secretos que apenas empezamos a comprender.