El Pib: El arte ancestral que conecta a los yucatecos con sus raíces mayas

Redacción FAGastronomiaYucatánHace 4 días142 Vistas

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En el corazón de Yucatán, el “pib” no es solo una técnica de cocción, un símbolo de identidad, herencia y amor por la tradición. Este horno bajo tierra creado por los antiguos mayas, sigue siendo protagonista de las celebraciones más profundas del pueblo yucateco, especialmente durante el Hanal Pixán, el Día de Muertos maya.

Cada año al llegar noviembre, los hogares se llenan de aromas que evocan historia: tierra húmeda, hojas de plátano, leña encendida y maíz recién molido. Es el olor del pib, el horno que da vida al mucbipollo, un platillo que rinde tributo a los ancestros y celebra la continuidad de la vida.

Su nombre proviene del verbo maya píib, que significa “enterrar”, y describe perfectamente su método de cocción. Bajo tierra, el calor se conserva durante horas, permitiendo una cocción lenta y uniforme que transforma la comida en una experiencia espiritual y sensorial.

La preparación comienza cavando un hoyo donde se colocan piedras y leña. Al encenderse las piedras conservan el calor, y sobre ellas se colocan hojas de plátano, las piezas de carne marinadas en achiote y masa de maíz y finalmente se sella con barro y tierra. Así, hace su magia mientras la comunidad espera entre cantos, risas y recuerdos.

El mucbipollo conocido como pib, combina masa, manteca, tomate, epazote y chiles locales, con pollo, cerdo o pavo. Todo se cocina hasta alcanzar una textura suave y un aroma inconfundible que evoca la unión entre la tierra, el fuego y el alma maya.

En los pueblos esta preparación sigue siendo un ritual familiar, las mujeres preparan la masa y los ingredientes; los hombres se encargan de cavar y cuidar el fuego. Todos participan, porque no es solo comida: es unión, memoria y gratitud.

En Mérida y otros municipios, algunas familias aún prefieren hornearlo en panaderías tradicionales, aunque muchos hogares conservan el método original bajo tierra. Lo importante no es el lugar, mantener viva la esencia: el respeto por las costumbres y el valor del tiempo compartido.

Durante el Hanal Pixán, los pibes se colocan en los altares como ofrenda a los difuntos. Se cree que las almas regresan para disfrutar del platillo que simboliza su presencia en la mesa familiar. Este acto refuerza el lazo entre los vivos y los que partieron, en un encuentro de sabores, recuerdos y espiritualidad.

De su sabor incomparable, representa un vínculo con el pasado. Es una prueba de cómo los pueblos originarios lograron armonizar la naturaleza con la gastronomía, haciendo de cada comida una ceremonia sagrada.

Hoy, chefs y cocineros tradicionales buscan preservar esta técnica, fusionándola con nuevas expresiones culinarias sin perder su esencia ancestral. Ha trascendido fronteras y es considerado uno de los métodos de cocción más icónicos del mundo maya.

Cada bocado de este platillo cuenta una historia de resistencia y amor por la tierra. Probar un pib es escuchar las voces de los antepasados, sentir la fuerza de la cultura yucateca y celebrar la identidad que se mantiene viva generación tras generación.

No solo alimenta el cuerpo, el alma. Es una conexión profunda con la memoria colectiva de un pueblo que, a través del fuego y la tierra, sigue honrando a quienes le dieron vida.

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