El invitado de honor en Nochebuena: Por qué el sandwichón sigue siendo el rey absoluto de las cenas en Yucatán

Redacción FAGastronomia18 horas111 Vistas

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El sandwichón yucateco no es solo un platillo; es un abrazo colectivo en forma de pastel salado, si alguna vez has estado en una celebración en Mérida o cualquier rincón de la península, habrás notado que no hay fiesta completa sin esta imponente torre de pan, carnes frías y cremas coloridas presidiendo el centro de la mesa. Este manjar, que fusiona la practicidad del sándwich con la elegancia de la repostería, es una joya de la creatividad mexicana que ha logrado traspasar fronteras por su sabor único y su presentación monumental.

La historia detrás de esta delicia es tan fascinante como su sabor, y comienza con la aventura de un hombre llamado Petronilo Vázquez Madera. Nacido en Cansahcab a principios del siglo XX, Don Petronilo no solo era un maestro panadero, un apasionado trovador, siendo apenas un niño, dejó su hogar buscando un futuro más allá de los campos de henequén, viajando dos días enteros hasta encontrar refugio y oficio en una panadería de Motul, marcando así el inicio de una leyenda gastronómica.

Gracias al impulso de su madre, Petronilo llegó a Mérida, donde fundó panaderías icónicas como “La Argentina” y “La Reina”. Fue en la década de los 40 cuando su ingenio revolucionó la industria local al comercializar por primera vez el pan sin corteza. Esta idea que hoy parece simple, fue el cimiento para sus dos grandes inventos que cambiarían las fiestas mexicanas para siempre: los aclamados “arrolladitos” y, por supuesto, el majestuoso sandwichón.

La magia del sandwichón reside en su arquitectura, se construye colocando capa tras capa de pan de molde cortado longitudinalmente, creando una estructura que puede alcanzar hasta diez niveles de altura. Entre cada piso se untan preparaciones de carnes frías picadas, patés caseros y quesos, permitiendo que la humedad de las salsas reblandezca el pan hasta lograr una textura suave que se deshace en la boca, algo que lo distingue de cualquier sándwich convencional.

Existen tres versiones clásicas que todo amante de la cocina yucateca debe conocer: el de queso, el de escabeche y el confeti. El de queso es el favorito por excelencia, cubierto con una densa capa de paté de queso fundido; el de escabeche rinde tributo al pavo y a la cebolla curtida, cubierto con puré de papa; y el confeti es una explosión visual decorada con chícharos, pimientos y aceitunas que imitan el ambiente festivo de la región.

El proceso de elaboración es casi un ritual familiar, ver a las abuelas y tías untar con precisión cada capa, decorar la superficie con pimientos rojos y aceitunas verdes cual si fuera un pastel de bodas, es parte del encanto. Al momento de servir, se corta de forma transversal para que todos los invitados puedan admirar la perfecta simetría de sus capas, una experiencia visual que anticipa el festín de sabores salados y cremosos.

Aunque sus raíces son profundamente tradicionales ha sabido adaptarse a la modernidad, chefs contemporáneos han elevado la receta incorporando ingredientes premium o técnicas de vanguardia, pero la esencia permanece intacta: es un plato diseñado para compartir. Su presencia generosa invita a la convivencia, convirtiéndose en el pretexto ideal para que la familia se reúna alrededor de la mesa y celebre la herencia cultural.

El impacto de este platillo ha llegado incluso a nivel internacional, viajeros de todo el mundo llegan a la península buscando probar este “pastel de pan” del que tanto han oído hablar. Su reconocimiento es un testamento a la visión de Don Petronilo, quien sin saberlo, creó un estándar de hospitalidad.

La tradición no murió con su creador; en los años 80, su nieto Rafael Vázquez Ávila abrió la panadería “El Retorno”, manteniendo viva la llama de la repostería yucateca. Rafael no solo preservó las recetas de su abuelo, innovó con creaciones como la rosca envinada y nuevas variantes, asegurando que el apellido Vázquez siguiera siendo sinónimo de calidad y sabor en cada bocado de pan.

Es un claro ejemplo de sincretismo gastronómico, sus ingredientes reflejan el intercambio cultural de la península: el pan de molde de influencia anglosajona, los embutidos de herencia española y el toque local del queso de bola o el pavo. Esta mezcla de sabores dulces, salados y ácidos es lo que define el paladar yucateco, un equilibrio complejo que pocos platillos logran con tanta armonía y sencillez aparente.

Finalmente, el sandwichón yucateco nos enseña que la cocina más memorable nace de la necesidad de alegrar a los demás. Cada vez que cortes una rebanada de este manjar monumental, recuerda que estás probando décadas de historia, música de trova y el ingenio de un hombre que decidió que el pan no debía tener orillas para que la felicidad no tuviera límites. ¡Buen provecho y que viva la tradición!

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